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Milana
Miro a su alrededor, confundido y asustado, pero no vio nada. La luz azulada lo inundaba todo, creando múltiples arco iris cuando alguna gota de la cascada entraba. Después de unos instantes pudo ver, otra vez, el insecto encima de una piedra.
El insecto brillaba con pulsaciones, entre el azul y el blanco. Estaba quieto aunque algo que parecían alas no cesaba de vibrar. Jorge se acerco a él, atraído por su brillo. Cuando ya estaba apenas a un metro, el insecto levanto el vuelo, yéndose a posar en el suelo, detrás de el.
Jorge, se dio la vuelta y un resplandor lo cegó momentáneamente. Una figura se estaba formando ante sus ojos. Una mujer pequeña, apenas un metro y medio, de ojos claros, tez blanca y muy delgada, se formaba delante suyo, envuelta en un halo blanquecino. Era como siempre hemos visto dibujadas a las hadas, solo imaginaros una hermosa mujer, y así será Milana.
Ella sonreía pero sus ojos eran penetrantes.
- Hola Jorge -- Saludo el Hada --
- Hola.... - Saludo Jorge
- No tengas miedo, Jorge. No te haré nada. Te he dejado entrar y me he presentado a ti porque he visto que tan solo eres un niño. Soy el hada Milana, la guardiana de las flores azules.
- ¿Milana? -- pregunto él.
- Sí, vivo aquí, en este claro desde antes de que llegaran los humanos; Cuando este bosque cubría toda la península. Mi cometido ha sido el mantener el aroma de las flores durante muchas generaciones.
- ¿El aroma de las flores? -- contesto, Jorge, que no salía de su asombro.
- Sí, claro. Las flores tienen aroma, ya lo sabes. Unas huelen bien, otras peor, hay olores ácidos, otros dulces, pero todos necesitan una base. Esa base la dan mis flores azules. Ellas se encargan de repartir por toda la península, a través de la tierra, su aroma, para que otras flores lo utilicen, lo transformen e impregnen el aire.
- Ahhhhh -- Fue todo lo que Jorge pudo decir.
Y Milana lanzo una risa que hizo vibrar todas las piedras que rodeaban la estancia. Y cada piedra le daba una entonación a la risa, de tal modo que fue como si campanas de alegría tañeran.
- Es una pena, Jorge, que tengas que olvidar todo esto. -- continuó Milana.
- Pero, ¿como voy a olvidar esto? -- pregunto Jorge.
- Ohhh, es muy fácil, con solo oler la mezcla justa de olores tu mente no recordara nada.
- Pero yo quiero recordar -- afirmo Jorge -- Quiero contar esto a mi madre, hablarle de este claro, de ti. Quizás al oler estas fragancias vuelva a tener la alegría que perdió...
Y al decir esto, Jorge se puso a llorar.
- Bueno, Jorge, no te preocupes. Seguro que tu madre recupera la alegría, pero no puedo dejar que recuerdes. Este lugar debe mantenerse en secreto.
- Por favor -- suplico -- al menos, déjame quedarme contigo un poco más.
- No puede ser. Tu madre esta buscándote. Esta preocupada y debo devolverte con ella.
- Sí, claro -- asintió Jorge -- Mi Madre. Bueno, dame ese perfume.
- Ya te lo he dado Jorge. En poco tiempo regresaras con tu madre.
Y se hizo la oscuridad.
Continuará...
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