Los árboles y los bosques protagonizan numerosas leyendas. Fueron en el principio de los tiempos seres sagrados y divinos, o templos naturales, y recibieron la adoración que les correspondía como tales. La memoria de esas creencias y ritos pervive en leyendas de brujas, duendes y hadas habitantes de bosques y ríos. En algunos lugares de España, mitos y tradiciones populares se han conservado más puros, debido al aislamiento de aldeas situadas en las cumbres pirenaicas. La comunidad autónoma de Aragón es paradigmática en este sentido.
Entre todas las especies de árboles, en los Pirineos, y más concretamente en Aragón, sobresalen con personalidad mágica propia el roble y la encina, llamados el Caxico y la Carrasca.
En el Alto Aragón y en otros muchos lugares se creía que el roble, el caxico, era capaz de curar a los niños enfermos, siguiendo un antiguo ritual. En la noche de San Juan, antes de que salga el sol, hay que abrir con un tajo una horquilla en el árbol, o aprovechar alguna ya existente. A continuación, la familia lleva al niño enfermo de hernia hasta el árbol. Lo desnudan. Dos hombres, a ser posible dos bezons, que significa gemelos, pues se les considera poseedores de poderes mágicos y se les llama Almas Blancas, se colocan uno a cada lado del caxico. Uno de los dos coge al niño y a pulso se lo pasa al otro a través de la abertura del árbol. Luego, de la misma manera, el otro devuelve al niño. Esto se hace pronunciando la siguiente fórmula mágica:
-"Tómalo, Pedro".
-"Dámelo Juan".
-"Que este niño lo cure..."
-"La mañana de San Juan".
O bien:
-"Tómalo, Juan".
-"Dámelo, Pedro".
-"Tómalo malo".
-"Dámelo bueno".
El paso del niño desnudo a través del Caxico sagrado se hace un número simbólico de veces: siete o nueve. Después, se atan las dos partes de la hendidura hecha en el tronco. Hay que "curar" la herida del árbol con un lienzo blanco fuertemente sujeto, y dejarlo allí hasta que el tronco "sane". En ese momento, el niño estará plenamente curado.
Como os dije, esta costumbre es muy antigua y se realiza en otros lugares del Pirineo, e incluso en algunos lugares de Rusia se comparte un rito parecido. En este caso, se dan tantas vueltas al árbol como días tiene el mes, y hay que colgar la ropa del niño del árbol, para que su mal sea absorbido por éste. En otros lugares se utiliza también la virtud curativa de la carrasca.
Muchos lugares de los Pirineos acogieron pobladores celtas, aunque su presencia ha sido históricamente olvidada. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que el norte de Aragón está cruzado por un río denominado Galligo o Gállego, por los galos, y muchos topónimos conservan palabras celtas. Lo mismo sucede con leyendas y reminiscencias de divinidades, y con restos arqueológicos (dólmenes, inscripciones líticas...) Para los celtas, los seres arbóreos tenían un fuerte componente sagrado, y algunos bosques eran considerados auténticos templos. Los druidas galos atribuían al muérdago del roble propiedades mágicas y curativas, y sabido es que la noche del solsticio de verano (San Juan) salían a recogerlo con sus hoces. Al muérdago también se le conoce como "Liga del Roble", pues rodea el tronco. Durante mucho tiempo sirvió en la medicina popular francesa para fabricar esparadrapos y emplastos destinados a contener las hernias umbilicales de los niños. Tal vez aquí podamos encontrar una explicación al rito aragonés que acabamos de comentar.
Coincidencia o no, la presencia celta en nuestra cultura es evidente y su huella clara. Por ejemplo, la palabra española "aguinaldo" o "aguilando" para la que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no encuentra una etimología precisa, proviene sin duda de la palabra francesa "guilanleu" o "auguilanneuf", que significa "liga o muérdago de año nuevo" (en francés, muérdago es "gui") y que fue la denominación de una fiesta popular francesa que pervivió hasta el siglo XVI.
El poder del Caxico Sagrado es tal que puede castigar a quien no cumple bien los ritos o se mofa de él. Hay una vieja historia del Pirineo aragonés, recogida por Enrique Satué, acerca de la maldición del Caxico de Villanovilla. Hace muchos años, en una aldea cercana a Acumuer, en plenas montañas, tenían un Caxico Sagrado al que acudían todos los solsticios con los niños de la comarca afectados por el mal de la hernia, una enfermedad muy común en los recién nacidos. Pero en la aldea habitaba una mujer que en su juventud, en un alarde de descreimiento, se había atrevido a desanudar y arrancar la venda que unía la incisión del árbol tras una ceremonia. En aquel momento, nada sucedió. Pero pasó el tiempo y la mujer contrajo matrimonio. Tuvo dos hijos sobre los que recayó la maldición del Caxico: fueron convertidos en Omelupos, en hombres lobo.
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