
Para la mayoría de las personas
estos animales evocan historias de casas encantadas, cementerios y vampiros
sedientos de sangre. Pero la verdad de estas historias son tan fascinantes como
los mitos de los que se ven rodeados. Los murciélagos, lejos de ser los
monstruos de las leyendas populares, tienen verdaderamente una importancia
capital para la vida de nuestro planeta.
La general aversión que acompaña
a estos animales ha de atribuirse a sus hábitos nocturnos, a su semejanza con
los ratones, a su atemorizadora estructura facial, a la extraña conformación de
sus extremidades o al ámbito siniestro de sus refugios. Su extravagante aspecto
ha hecho que la imaginación popular los convierta en animales de mal agüero,
compañeros inseparables de brujas y duendes.
SIMBOLISMO Y SUPERSTICION

A este mamífero, por su similitud
con el ratón, se le ha llamado ratón volador. En esta característica basa Esopo
la fábula El murciélago y las comadrejas, en la que instruye sobre la necesidad
de adaptarse a las circunstancias y cuya moraleja tiene un matiz político. San
Isidoro dice que es un animal semejante al ratón, emite chillidos y por su
aspecto externo es un ave y un cuadrúpedo al mismo tiempo.
En la antigüedad el murciélago
era símbolo de vigilancia o alerta y se decía que su ojo protegía contra la
somnolencia. En este sentido el mismo Alciato compara el murciélago con un
discípulo de Sócrates que, por estudiar y trasnochar para sus estudios, llegó a
perder el color y se puso macilento y amarillo. La lección que debemos extraer
es que no se pueden realizar tareas sin un trabajo dedicado y constante. Según
el Libro de las utilidades de los animales, cuando se pone la cabeza de este
animal en una almohada bajo la cabeza de un hombre, éste ya no duerme.

Para los griegos el murciélago
era un animal híbrido, de aspecto siniestro y fantasmal. Fue considerado
símbolo de inteligencia seguramente por su habilidad para volar por la noche
sin tropezar con los obstáculos. Por su condición híbrida, descrita en los
libros de Historia Natural, se le ha atribuido el simbolismo de la hipocresía.
También contribuyó a este significado la fábula etiológica de Esopo titulada
"El murciélago, la zarza y la gaviota".
Junto a las rapaces nocturnas se
les ha bautizado como los señores de las tinieblas. En una de sus fábulas Esopo
comenta que, como la lechuza y otras aves nocturnas, huye de la luz del día
porque cometió un delito y desea ocultarse; en este caso simboliza a los que se
esconden de los acreedores. Alciato, en su emblema LXII, dedicado al
murciélago, que aparece al atardecer, sirve para designar a los hombres de mala
fama, que no salen de casa ni a lugar público por temor a la justicia, a los
filósofos que están ofuscados y sólo ven falsedades y a los astutos que hacen
obscuros manejos y no tienen crédito en ninguna parte. Según Marino
Ferro en algunas obras de inspiración germánica es atributo de la envidia, pues
lo mismo que el murciélago no vuela más que al caer la noche, los envidiosos
trabajan en la sombra y no se muestran a plena luz. Piero Valero asocia la luz
con la sabiduría, mientras que las tinieblas en las que realiza su actividad el
murciélago, representan la ignorancia.
En muchos bestiarios medievales
se afirma que allí donde los murciélagos se deciden por una estancia
prolongada, se sujetan unos a otros y forman grandes racimos, una especie de
recíproco servicio de amor como sólo raramente puede encontrarse en los
humanos. Esta actitud elogiosa no logró imponerse en la creencia popular.

En occidente se le considera como
una criatura siniestra que presuntamente se enreda en los cabellos de los seres
humanos. En Soria, cuando entra un murciélago en una casa, creen que va a morir
uno de la familia; si se posa sobre algún familiar, el muerto será él. En
Cantabria se decía que eran criaturas sietemesinas de diablos que esperaban en
el crepúsculo a las brujas para acompañarlas a Cernégula (Burgos) cuando
estaban colgados de alguna viga. El odio del vulgo a estos animales se explica
porque lo suponían una forma de transmutación de las brujas y sabían del uso
que de ellas se hacía. Señalar que en la misma región, de esta criatura
noctivaga, se recoge la curiosa adivinanza que indica la postura adoptada al
cobijo de algún alero.
"Sin plumas vuela y cabeza
abajo duerme".
Amades menciona la creencia de
que cuando los murciélagos vuelan alejados de zonas pobladas, es señal de buen
tiempo, puesto que, cuando la temperatura es baja, nunca se alejan de los
núcleos de población. También se cree que cuando vuelan en abundancia y por la
noche anuncian buen tiempo.
En muchos pueblos españoles, especialmente
castellanos, tienen la costumbre supersticiosa de clavar detrás de la puerta un
murciélago que haya entrado en la casa, porque se considera un amuleto de buena
suerte.
En la fauna, hay animales para
los que existe un nombre objetivo, pero a los que se les atribuyen
características reales o imaginarias, muchas veces heredadas de supersticiones
y miedos atávicos, que translucen creencias en los nombres que reciben. La
expresividad maléfica del murciélago se manifiesta en la tradición de algunos lugares
de la geografía gaditana con denominaciones como diablillo y pajarito del
diablo. Sin embargo, en el folklore popular el nombre de murciélago es una
denominación jocosa para personas trasnochadoras.
Los fenómenos celestes y las
constelaciones ocupan un lugar selecto en los mitos etiológicos de América del
Sur. Así, entre los bakairi es creencia muy difundida que los eclipses están
causados por inmensos murciélagos que esconden el cielo con sus alas.
Para los indios zuni los
murciélagos son anunciadores de la lluvia. En un mito de los indios chami, el
héroe mítico Aribada mata el murciélago Inka, para apoderarse de su poder de
adormecer a sus víctimas.
En la mitología Yanomami,
Murciélago se desplazaba de un lugar a otro y resucitaba a los Yanomami que
estaban muertos. Acudía junto a aquellos a los que afligía un duelo e incluso
tenía el poder de hacer revivir a los niños cuyo cadáver ya olía mal. Cuando
quería hacer recobrar la vida a un muerto, deslizaba los dedos a lo largo de
las cuerdas de la hamaca donde yacía el difunto y suavemente le palpaba
recobrando la vida.
Según Lévy-Straus, de forma
general, los mitos asocian estos animales con la sangre y los orificios
corporales. Así los Kogis de la sierra de Santa Marta (Colombia) conciben una
asociación entre el murciélago y la sangre menstrual. ¿Te ha mordido el
murciélago? se preguntan las mujeres para saber si una está indispuesta. Los
jóvenes dicen de una muchacha núbil que ya es mujer, puesto que el murciélago
la ha mordido. También en la mitología de los Kogis, el murciélago es el primer
animal de la creación, producto del amor incestuoso entre el sol y su hijo.
En Tikopia (Polinesia) la gran
mayoría de especies se asocian con seres sobrenaturales. Los indígenas cuentan
que cuando un hombre sorprende a un murciélago que come frutos en su jardín o
que roe una nuez de coco, si es una persona prudente, no busca matarlo, pero se
contenta con hacerlo huir, rezándole bajo el nombre de Pu (antepasado), en el
momento que alza el vuelo batiendo las alas, para ir a buscar su alimento a
otra parte. Se trata con miramiento, por miedo de que no sea más que un atua
(espíritu) disfrazado de animal, pues no le perdonará tratarlo brutalmente y se
vengará volviendo continuamente a robar su fruta.

Cuenta Frazer que en algunas
tribus de Victoria (Australia) el murciélago pertenece a los hombres, que le
protegen de todo daño, aunque tengan que matar a la mitad de las mujeres para
su seguridad. La celosa protección se basa en que el hombre cree que su propia
vida, la de su padre, hermanos, hijos y demás parientes, está ligada con la de
los murciélagos particulares y que, protegiendo la vida de este animal, protege
la de todos sus parientes masculinos tanto como la suya propia.
Es posible que las grandes
poblaciones de murciélagos inspirasen a nuestros antepasados a venerarlos como
símbolos de fertilidad. Así, en Australia eran un tótem sexual para los aborígenes.
En algunas zonas de México, las mujeres embarazadas continúan visitando las
cuevas habitadas por los murciélagos portando ofrendas para pedir un parto
fácil como el de estas criaturas.
HECHIZOS Y REMEDIOS MAGICOS

La obra más famosa de magia
astral fue un texto árabe conocido en occidente como Picatrix y traducido al
castellano a instancias de Alfonso X el Sabio. En ella se ofrece una lista de
sustancias mágicas con propiedades maravillosas, entre las que figuran el
cerebro de abubilla y la sangre de murciélago.
A los murciélagos se les han
atribuido poderes naturales. Así, las brujas de las diferentes razas primitivas
las utilizaban como parte de sus amuletos y los brujos Ndoki se servían de
ellos para volar. También en los preparativos del aquelarre, para empezar, se
preparaba el ungüento o grasa de las brujas en cuya composición entraba sangre
de abubilla y de murciélago, polvo de campana y hollín. En todas las épocas han
existido recetas y fórmulas destinadas a curar. Así, el Libro de las utilidades
recomienda la bilis del murciélago mezclada con espinas de serbal y si se echan
gotas en el ojo corrige la hemeralopía. Los antiguos egipcios, para la
irritación de la córnea, prescribían un remedio a base de estiércol de
murciélago, pues es rico en vitamina A y es también un excelente antibiótico
que se corresponde con el tratamiento moderno. Y si se frota la frente de una
mujer a la que le resulte difícil parir, dará a luz. Si una persona se unta la
parte inferior de los pies con su cerebro, prolonga la duración de su coito. Su
excremento mezclado con arsénico y vinagre agrio, y untado en el cuerpo después
de la depilación, hace que no salga pelo. Los eruditos recopilaban este saber
popular y codificaban esas fórmulas eternas. Este es el caso de Alberto Magno
con su obra de vulgarización "Gran Albert", donde se habla de
secretos maravillosos y naturales. Los libros de los antiguos doctores árabes
contienen numerosas prescripciones que utilizan animales completos o partes de
los mismos y los charlatanes medievales de Europa los incluían frecuentemente
en sus curas. Binger menciona una receta poco amante de estos animales. Cuando
alguien padece de ictericia, debe ensartar el murciélago con cuidado para que
permanezca vivo y luego atarlo con su espalda contra la suya. Después, debe
atárselo sobre el estómago, hasta que muera.
Se trataba de que el animal
pudiera sacar la enfermedad del cuerpo del paciente y atraerlo hacia el suyo.
En la India se venden todavía murciélagos en bazares para fines médicos. Se les
quitan sus pieles frescas y se aplican a las partes enfermas del cuerpo. En el
folklore cubano, sus huesos, en polvo, mejoran la vista debilitada, y se ve en
la oscuridad. Si a un niño se le da a comer uno, jamás se embriagará cuando sea
hombre. También es un remedio eficaz contra la epilepsia cuando la Luna está en
menguante.
En la tragicomedia de Lisandro y
Roselia se dice que la Celestina utilizaba en los hechizos erótico-maléficos
todo un conjunto de porquerías que iban desde tripas de alacrán y cangrejo, hasta
sangre de murciélagos, estiércol de lagartos, huevos de hormigas,...
DIOSES O DEMONIOS

En Europa se temió con frecuencia
a los murciélagos, que fueron relegados a la sombra de lo sobrenatural, pero
para algunas civilizaciones formaban parte del orden natural de las cosas.

Thompson, uno de los más
prestigiosos investigadores sobre la cultura maya, cuenta algunos de los dichos
populares. Uno de ellos es que, cuando una persona no puede recordar lo que iba
a contar, es que "el murciélago se ha llevado su historia".
En el Popol-Vuh, se dice que el
cuarto lugar de castigo en Xibalbá era la casa de los murciélagos, en donde
había muchos de ellos encerrados que chillaban y revoloteaban constantemente,
una de las regiones subterráneas que es necesario atravesar para alcanzar el
país de la muerte. Es igualmente la divinidad de la muerte para los mejicanos,
que lo asocian al punto cardinal norte y lo representan a menudo combinado con
una mandíbula abierta, a veces reemplazada por un cuchillo de sacrificio.
Parece tener igual función para los indios tupi-guaraní del Brasil, y para los
tupinamba el fin del mundo será precedido por la desaparición del sol devorado
por un murciélago. Los mayas lo representan con ojos de muerto y lo nombran
"aquel que arranca cabezas". En el códice Vaticano b aparece un
personaje con un disfraz de quiróptero, posiblemente un vampiro, ya que el
cuerpo del animal es rojizo y lleva en sus manos sendas cabezas de las que
emanan chorros de sangre. Como el vampiro es el único animal que chupa sangre
de los seres vivos, ello hace pensar que este animal se asoció con los
sacrificios cruentos.
La importancia de los murciélagos
y vampiros en el pensamiento mesoamericano se advierte en que un pueblo del
estado de Chiapas adoptó el nombre de tsotsiles "hombres murciélago".

Algunas personas los temen por
ser compañeros del diablo, otros por ser emisarios de la muerte. Han
recibido nombres tales como ratones voladores, aves sin lengua, rata de la
suerte, ave de las brujas y arranca pelos.

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