Se dice que Hermes Trismegisto escribió 42 libros que hablaban del simbolismo, la magia, el poder de la numerología, la geometría, la salud y la Alquimia , entre otros muchos temas.
Todos aquellos escritos se comunicaban mediante poemas y textos en jeroglífico egipcio, que posiblemente eran cantados en los templos egipcios.
Estos 42 libros, permanecían guardados en los templos egipcios de Isis y se consideraban libros sagrados iniciáticos, de gran poder para aquellos que los siguieran con un corazón puro.
Según se dice estos libros fueron "traídos de otros mundos" por el propio Hermes, que sin duda alguna debía ser un gran iniciado, aunque se desconoce cuales eran sus fuentes o métodos para obtener la sabiduría.
También existe la posibilidad de que los libros fueran firmados por Hermes, pero siendo Hermes, el seudónimo utilizado por un grupo de hombres sabios. Como a veces se habla de Fulcanelli.
Quizás el libro o las enseñanzas más conocidas de Hermes sea la tabla esmeralda, un gran texto alquímico que recomiendo a todos aquellos amantes del simbolismo.
En la tabla de Esmeralda está condensado o resumido todo el arte de la gran obra, objetivo principal de la alquimia.
La alquimia es el arte del perfeccionamiento y la gran obra implica su cumplimiento, la perfección. La tabla de esmeralda contiene en sus pocas líneas el secreto de la gran obra, es un pasaje directo para la perfección.
Dicho mensaje es expresado de modo simbólico, su sola lectura no revela su significado. El acceso a la gran obra requiere trascender nuestra limitación racional, de ahí que todo alquimista conlleve una transmutación personal paralela que le permita acceder al lenguaje del símbolo. El todo, el uno, tan solo se expresa simbólicamente, siendo necesario el aprendizaje en la hermeneútica del símbolo. De no ser así, su sola simplicidad generará incredulidad. La razón aguarda complejidad ante lo complejo, mientras el uno, el Ouroboros, se descubre ante la simplicidad de otra lectura, de otro lenguaje. En definitiva, la expresión críptica de la tabla no es intencional sino que requiere de la persona adecuada, capacitada para la gran obra.
La tabla de esmeralda ve reflejada su esencia en el fundamento ontológico último de la filosofía, en la finalidad del ser. Apercibido el ser humano de su carencia y limitación vitales, se provee de un acercamiento perpetuo a la posibilidad de lo trascendente, lo eterno. Eternidad en la búsqueda de lo absoluto, aquella respuesta que satisfaga lo limitante y abrace al universo. Saciedad de la inconformidad terrenal a través del encuentro con la esencia del uno, del todo, para poder ingresar en él, para formar parte de él. En definitiva, llegar a ser la totalidad que ya se es.
Tanto la ciencia como la filosofía se originan vislumbrando en el horizonte la respuesta a la pregunta por el uno, la filosofía de la ciencia tiene como propósito responder a dicha pregunta fundamental. Si bien la tabla de esmeralda conlleva una necesaria tendencia holística ya olvidada en el transcurso de la historia, que contrasta con una marcada disociación en la metodología del saber contemporáneo, más fundamentada en una unidireccionalidad nihilista que en una integración de todos los opuestos de la existencia.
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