Todas
las hechiceras eran conocidas en Toledo, y sus artes utilizadas por vecinos de
cualquier estrato social. Hasta 1530, ya con cuarenta y cinco años de funcionamiento,
el Tribunal toledano de la Inquisición no procesa a persona alguna acusada de
hechicería. El nombre de la desafortunada fue Leonor Barganza, de gran fama entre los toledanos por sus conjuros
para “desligar”, y fue precisamente esa fama, las envidias y los encontronazos
con los vecinos lo que propició su arresto. En sus propias palabras, ella era
requerida por muchas personas “…que le pedían que les hiciese algunas cosas
para que fuesen bien quistas de sus maridos, de noche y de día, casados e por
casar, de diversas cualidades, como si fueran a ganar pendones…” Esta mujer
siempre andaba en hábito de beata, siendo además descendiente de judíos, lo que
ya de por sí era grave para los ojos de un inquisidor y motivo mayor para su
acusación inicial por parte de estos.
También
es detenida en aquellas fechas Catalina
Tapia, su directa competidora que vivía en la Plaza del Marqués de Villena,
con intensa vida amorosa (en ocasiones previo pago) y a la que también se le
achacaban ciertos sucesos relacionados con la hechicería sucedidos en la
ciudad. Catalina es detenida en 1532, y como se niega a declarar se la pone en
el tormento. Según narran las actas inquisitoriales, el tormento fue leve y lo
aguantó sin declararse culpable. Fue condenada a recibir un centenar de azotes.
También
Mencía Chacón, que vivía en la calle
de la Trapería, sabía hacer conjuros para atraer amantes. Curiosa la forma de
hacerlo, pues a media noche salía a la puerta de su casa y exclamaba: “Diablos
del horno, traérmelo en torno; diablos de la plaza, traérmelo en danza; diablos
de la carnicería, traérmelo ayna”.
Pero
no sólo mujeres eran acusadas de estas “artes”. También el clérigo Jerónimo de
Sonsoles fue acusado de leer libros de hechicerías e invocar a los demonios a
altas horas de la noche, pero de “magos” y “hechiceros” hablaremos en capítulo
aparte en esta misma Web.
Fueron
muchas más las mujeres y hombres detenidos por la Inquisición acusados de
hechicería; entre estos nombres destacan Catalina
Rodríguez, Juana Hernández, dedicadas
a practicar conjuros de poca monta (casi siempre relacionados con el amor)
La
que era considerada mejor hechicera de Toledo vivía junto a la puerta del
Cambrón. Inés del Pozo recibía de
forma habitual numerosas visitas de hombres en su casa para que les devolviese
la virilidad que les había sido arrebatada por las otras hechiceras toledanas…
También contaban entre sus habilidades recuperar amores de mujeres despechadas,
para lo cual utilizando alguna ropa del hombre, previamente untada con su semen,
y a media noche como es menester, recitaba: “Conjúrote, semilla, así como del
cuerpo de Satanás, con el Diablo Cojuelo que puede más, que así como te has de
quemar, así se queme Fulano por mí, que no pueda sosegar hasta que no venga a
mi mandar”, quemando después la ropa. La condena que esta mujer sufrió fue de
las más duras impuestas por este tipo de delitos: diez años de destierro y
doscientos azotes.
No
poco conocida también en 1635 era Ana de
la Cruz, que vivía en la calle del Pozo Amargo, y junto a ella buen número
de hechiceras Toledanas. Esta zona de Toledo, muy próxima a la Catedral,
siempre fue habitual lugar de correrías de brujas y hechiceras, y aún hoy en
día son muchos los que atraviesan el cobertizo cercano al pozo que allí se
encuentra los que “sienten algo”. Ana era experta en la búsqueda de
desaparecidos, en los conjuros relacionados con el amor, y en su casa se
hallaron numerosos elementos utilizados en estas artes: valeriana, “unto” de
ahorcado… Fue procesada, siendo condenada a tres años de destierro.
Por
esta época destacaban también en Toledo María
de las Cuevas, Isabel Bautista,
mujeres de bajo estrato social, en ocasiones casi en la más absoluta miseria,
que aprovechaban estas artes transmitidas oralmente para ganarse el sustento.
Fue
hacia 1808 cuando queda registrado el último proceso inquisitorial contra una
mujer en Toledo. Francisca N., que
vivía en la calle de San Lorenzo es acusada de realizar diversos sortilegios
amatorios, pero debido a la convulsa situación de este momento histórico
(invasión Francesa) el caso queda incompleto, siendo éste el último proceso
inquisitorial que por superstición se dio en el Tribunal de Toledo.
En
la actualidad, no es común observar noticias documentadas sobre hechicería en
la ciudad, pero es digno de destacar las noticias que cada cierto tiempo se
publican en la prensa local que continúan asociando la ciudad de Toledo con
modernos "aquelarres", y la presencia de no pocas personas relacionadas
con este tipo de cultos.
2 comentarios:
muy interesante
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