El muérdago, el árbol de Navidad, el acebo, la flor de Pascua, son plantas que simbolizan la Navidad. Todas ellas están rodeadas de magia y de leyenda.
En la antigüedad era costumbre para impedir el paso de los malos espíritus sembrar un árbol en las puertas de los hogares. El uso del árbol adornado y venerado se conoce desde los druidas de Europa Central, este árbol tenía el nombre de Divino Idrasil, árbol del Universo. Los nórdicos tenían la costumbre de decorar un abeto con amuletos y talismanes en la entrada de las casas. Es en Alemania durante la primera mitad del siglo VIII dónde comienza la tradición del árbol de Navidad tal y como lo conocemos en la actualidad.
Según cuenta la tradición, San Bonifacio, para convencer a los celtas durante un sermón navideño de que el roble no era uno de los árboles más sagrados (considerado así por los druidas), derribó uno delante de ellos aplastando todo a su alrededor menos un pequeño abeto, éste fue bautizado por el propio San Bonifacio como el árbol del niño Jesús. En un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas (representando a las tentaciones). La tradición de adornar el árbol como lo hacemos en la actualidad se inició en Alemania y Escandinavia en el siglo XVI y a España llegó en 1870.
Para que nuestro árbol de Navidad sea mágico no nos pueden faltar los siguientes elementos:
. Siete campanitas, nos darán buenas energías.
. Las bolas que representan abundancia y fertilidad. Si son de cristal nos aportarán buenos augurios en las relaciones personales.
. Una llave, que simbolizar abrir los caminos.
. La estrella para estar bien guiados.
. Una espiga para proteger el trabajo.
. Las luces que pongamos atraerán la energía positiva, la abundancia y las oportunidades. Si son rojas potenciarán el trabajo y darán suerte en los estudios, moradas o lilas atraerán el amor.
. Una bolsita de arroz para la abundancia.
. Los paquetitos de regalos, para los vínculos familiares.
Tenemos que poner junto al árbol una prenda de oro, un saquito con incienso y otro con mirra. Colocar un recipiente con agua en el que pongamos objetos dorados.
Para terminar escribiremos en un papel nuestros deseos, lo colgaremos en el árbol y después lo guardaremos cuando termine la Navidad; al año siguiente lo leeremos y quemaremos.
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