Indispensable elemento para la limpieza del hogar y herramienta preferida por excelencia de las brujas para remontar el vuelo. Pero, si bien hoy en día las ilustraciones populares muestran a las brujas trasladándose de un lugar a otro en escobas, originalmente, las viejas leyendas nos muestran otro panorama. Entre 1450 y 1600, en Europa se afirmaba que las brujas alzaban el vuelo de camino hacia sus reuniones nocturnas montadas en cabras, bueyes, ovejas, perros y lobos, así como garrotes, palas y varas. Pero las escobas se convirtieron en su vehículo favorito debido a la función tradicional de las mujeres como amas de casa.
De acuerdo a las leyendas las brujas salían volando de sus casas por la chimenea y se decía que se veían obligadas a bajar o ni siquiera podían despegar si oían sonar campanas. En Alemania se les temía tanto a las brujas montadas en escobas que, durante un tiempo, se ordenó que todas las iglesias hicieran sonar las campañas sin parar desde que caía la noche hasta que amanecía. La cuestión de si las brujas eran o no capaces de volar llegó a grandes discusiones entre los eruditos y la iglesia.
Muchas mujeres confesaron que podían volar y algunas hasta se enorgullecían de ello. Según el Malleus Maleficarum, la guía más importante sobre la localización de brujas, el vuelo era un hecho indiscutible. En un pasaje libro bíblico de San Mateo, afirman el poder de Satán de transportar a Jesucristo a través del aire, y en algunos eclesiásticos señalan que, si el Diablo podía hacer volar a Jesús, seguramente podría darle esa habilidad a las brujas que le servían. Por su parte, otros eruditos no creían en dicha habilidad, pues la consideraban una imposibilidad física, y utilizaban como argumento que el Diablo solo hacía creer a las mujeres que podían volar, llenando sus cabezas de desvarios. Un grupo de pensadores más científicos propusieron una explicación más lógica y mundana.
Se creía que cuando las brujas se preparaban para el vuelo, untaban sobre ellas y sobre la escoba un ungüento volador elaborado con diferentes plantas y hiervas. Los médicos que experimentaron con este ungüento en el siglo XVI descubrieron que contenía sustancias químicas muy potentes que penetraban en el cuerpo a través de la piel, provocando un sueño profundo y alucinaciones, como por ejemplo, la sensación de estar volando.
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