Uno
de los incidentes más extraños relacionado con los hombres-lobo fue el de los Benadanti.
En
los textos medievales se presenta a los licántropos como víctimas inocentes del
destino, y muchas veces como personajes benéficos. Sólo a mediados del siglo XV
se les supone un estereotipo feroz: el del licántropo devorador de rebaños y
niños. Alrededor del mismo periodo cristalizó la imagen hostil de la bruja. El
“Formicarius” de Nieder habla de brujos que se transforman en lobos; en los
procesos de Valais (principios del siglo XV) los acusados confesaron haber
adoptado la forma de lobo para atacar los rebaños…La tortura y las malas ideas
de los torturadores crearon el mito agresivo. Fue en los siglos XVI y XVII
cuando la figura del hombre-lobo asociado al mal acaba eclipsando la figura del
chamán que se transforma voluntariamente en lobo para combatir deliberadamente
a las fuerzas oscuras de la naturaleza. Se dibujan así, definitivamente, las
figuras del waerul danés, el volkulaku eslavo, el warulf sueco, el lupo manaro
italiano, el bisclavaret bretón, el währ-wölffe germano, el lukokantzari griego
y el gerulf o loup-garou francés, tal y como los conocemos en la actualidad.
Licántropos
contra brujas
Ya
en el siglo V a.C. Herodoto habló de hombres capaces de transformarse
periódicamente en lobos –los neuri-. Se piensa que los neuri son una población
protobáltica, que habitó en la antigua Livonia. También se han hallado
testimonios en África y Asia. Tambien eran lobos familias enteras de la Acadia,
como los anthi, según cuenta Plinio. Su transformación duraba nueve años.
Geraldo Cambrense cuenta que los habitantes de Ossory, una región de Irlanda,
también se transformaban temporalmente en lobos.
En
1692 en Jürgensburg (Livonia) un anciano de ochenta años llamado Thiess, a
quien sus paisanos consideraban un idolatra, confesó que era un licántropo.
Confesó que tres veces al año (Santa Lucia, San Juan y Pentecostés) por la
noche, los licántropos de Livonia iban al infierno “al final del mar” (más
tarde se corrigió y dijo “bajo tierra”) para luchar contra los demonios y los
brujos. También las mujeres combatían al lado de los licántropos, provistas de
látigos de hierro, contra los brujos armados de mangos de escoba convertidas en
colas de caballo. El objetivo de la batalla era la fertilidad de los campos:
las brujas robaban los granos germinados, y si no se arriesgaban a quitárselos,
vendría la carestía. Según el anciano, cuando los hombres-lobo mueren van al
cielo, y si no fuera por su intervención, las brujas asolarían la tierra,
ganados y cosechas, explicó Thiess, quien afirmaba que tanto los licántropos
livonios, como los alemanes y rusos odiaban al diablo y se consideraban los
"perros de Dios". Los jueces intentaron inútilmente inducir al viejo
a aceptar que había hecho un pacto con el demonio. Thiess siguió repitiendo que
los peores enemigos del diablo y de los brujos eran los licántropos.
Un
término que podría traducirse como ‘los bienhechores’), al norte de Italia. En
este caso los hombres-lobo eran hombres que dejaban sus cuerpos y asumían la
forma de lobos. Luego de convertirse en dichas criaturas descendían al mundo
inferior para luchar contra brujas.
En
la región Friuli de Italia, las tradiciones eslavas, italianas y alemanas se
combinaron para dar forma al culto de los Benadanti. Muchos de los Benadanti
eran seguidores de Diana.
Los
Benadanti eran llamados a estas reuniones cuatro veces al año, durante los
tiempos de cosecha y plantación. En estas reuniones se luchaban las principales
batallas con los ‘Maldanti’ o ‘Strigoni’ (malhechores). Los Benadanti luchaban
con tallos de hinojo, y los Malandanti con sorgo. Se creía que en ciertas
noches el alma de los Benadanti salía de su cuerpo para participar en reuniones
con otros de su clase.
Quizás
el aspecto más interesante era el método por el que eran elegidos. Nadie
decidía ser un Benadanti, el llamado estaba dirigido a ciertas personas en
forma de un accidente de nacimiento. Se creía que los hombres y mujeres nacidos
con una marca (una membrana fetal interior que cubría todo el cuerpo, en
especial la cabeza) tenían misteriosos poderes curativos y podían ver brujas.
Las membranas a veces eran conservadas por los Benadanti y luego las usaban
como amuletos en sus cuellos.
Al
igual que en otras culturas, los Benadanti decían que abandonaban sus cuerpos
de noche para cambiar a una forma animal a veces y otras iban cabalgando
animales. Mientras estaban afuera sanaban y protegían a la gente del pueblo,
mantenían los caminos de los muertos desde su mundo hasta la siguiente parada y
luchaban para proteger al pueblo de los ‘Malandanti’.
Los
‘bienhechores’ retuvieron su estampa anti-brujería hasta 1610. Poco después
comenzaron a ser perseguidos por la Inquisición y fueron identificados como
brujos. Ellos seguían manteniendo que eran el ejército de Cristo en la lucha
contra el mal. Como resultado, las creencias locales pasaron por una profunda
transformación y, para 1640, los mismos Benadanti reconocían que eran ‘brujas’.
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