Madrid,
allá por el siglo XVIII, muy cerca del palacio de Liria, existió una casa
propiedad del príncipe de Antillanos. Mas tarde viviría en esta casa apartada
del centro, Nicolás de Guzmán. A su muerte, la casa estuvo varios años
deshabitada, hasta que unos hombres la alquilaron. Por el día no se veía señal
de que la casa estuviera habitada, pero por la noche varios hombres se reunían,
apostaban gran cantidad de dinero. Una noche se origino una fuerte discusión,
de repente se abrió una puerta interior apareciendo un hombre bajito que les
impuso silencio. Al principio se sorprendieron, pero pasado un rato volvieron a
discutir. Sin saber como, una docena de enanos armados con garrotas se
abalanzaron sobre los jugadores golpeándolos. Salieron todos huyendo y no volvieron
mas.
Meses
después doña Rosario de Benegas compro esta casa. tardo unos días en decorarla,
cuando acabo hecho en falta un cortinón y una imagen del niño Jesús en la cuna.
Echaba la culpa a unos de los criados cuando sin saber por donde, entro un duende
que le traía la imagen del niño Jesús, detrás de el iban cuatro duendes
portando el cortinón. Todos se quedaron boquiabiertos, acto seguido salió
huyendo con todos los muebles.
Volvió
a quedar deshabitado la casa hasta que un clérigo de Jaén se instalo allí. Un
buen día, cuando escribía al obispo de su diócesis para pedirle ciertos libros
del padre Tineo, en ese momento apareció un duende con el libro que el
sacerdote le pedía al obispo. El clérigo no se amilano ante este hecho. Días
mas tarde, el clérigo se disponía a dar misa en el convento de los afligidos,
envió a un paje para que le trajera las vestiduras de ese día. Salía el paje
con la ropa cuando un duende le indico:
”No
es ese el color de este día, vuelve a por los ornamentos que corresponden”.
El
paje contó lo ocurrido al clérigo jurándole que no volvería a esa casa. como
fueron frecuentes las apariciones de estos duendes, el párroco, cedió al fin y
decidió marcharse de esa casa.
El
clérigo cedió la casa a una lavandera que vivía en el piso de arriba hasta que
acabase el contrato de alquiler o hasta que encontrara un piso donde alojarse.
Amaneció soleado, dejo la lavandera oreándose la colada en unas matas a orillas
del Manzares. Por la noche se desato una tormenta impidiendo a la lavandera ir
a buscar la ropa. Lloro amargamente recodando el mal carácter de la marquesa de
Valdecañas. De repente oyó un fuerte portazo, bajo corriendo y vio sorprendida
a dos duendes empapados dejando en el suelo un barreño con toda la ropa. La
lavandera abandono ese mismo día la casa.
La
casa estuvo cerrada pues ya era conocida como casa encantada. Tantas fueron las
historias que se comentaron de la casa que la inquisición decidió tomar parte
en el asunto:
“Deberá
de ser descuartizados con golpe de tenaza y después su carne arrojada a la
hoguera”
Un
día, al atardecer, se presentaron frente la casa una comitiva portando velas,
agua bendita y sal. El obispo de Segovia vertió sobre las paredes muchos litros
de agua bendita, kilos de sal y centenares de rezos y aleluyas concluyendo así
el exorcismo. No pudieron cumplir la segunda orden, echar a la hoguera a los
duendes, porque no se encontró a nadie.
No
contentos con esto, el pueblo se dirigió con picos dispuestos a derribar la
casa, poco después incendiaron la casa. años mas tarde, cuando solo quedaban
escombros, se vio salir a nueve enanos por una trampilla muy disimulada que
había en el piso de abajo. Se dicen que eran falsificadores de monedas y que
salían por la noche a distribuir las monedas.
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