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Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

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Aunque los antiguos griegos y romanos consideraron a Persia y a Egipto como la cuna del conocimiento mágico especializado, varios estudiosos contemplan a Mesopotamia como la principal fuente de la magia hechicera que hacía uso de las figurillas. El hecho de quemar o fundir figurillas era una práctica mágica común. Generalmente se fabricaban con arcilla u otros materiales como sebo, cera, madera de cedro o masa, y con frecuencia incluían algún elemento asociado con la víctima propuesta —un mechón de cabello, gotas de saliva o semen, un trozo de ropa o incluso polvo de sus huellas—. A menudo estas figurillas se quemaban en un horno, se disolvían en agua, se pisaban o se abandonaban en un lugar expuesto a la influencia de demonios peligrosos, como un cementerio o un canal contaminado.

Como escribió Marie-Louise Thomsen en su ensayo sobre este tema (2001), el empleo de figurillas mágicas para «ofrecer a una persona al demonio Lamastu, que aflije a los niños, o a Ereskigal, la reina del país de los muertos, o al dios del Fuego era, en cada caso, simplemente una metáfora [...] pues indica que lo que sucedía a la figurilla era transferido a la persona que representaba». Era necesario, por supuesto, protegerse uno mismo de esta hechicería tan poderosa, y por este motivo los mesopotamios empleaban amuletos mágicos. Se han encontrado amuletos que invocan a Ninurta, el homólogo mesopotamio de Sirius, con la finalidad de proteger a los infantes de los demonios, y que se colocaban alrededor del cuello del bebé o se colgaban en la cabecera de su cama.

Los amuletos también podrían haber tenido un aspecto proactivo, y era práctica común emplear los dijes de amor. Al formular sus encantamientos, un hombre joven podría comparar a la mujer objeto de su deseo con la gran diosa Inanna, y es posible que preparase una figurilla de su amada.

Los fragmentos de texto que han llegado hasta nuestros días proporcionan las claves sobre este proceso: «Si esa mujer no viene, tomas harina de tappinnu [y la] lanzas al río para el rey Ea; tomas barro de las orillas de los dos ríos, del lado alejado [del Tigris] y del lado alejado [del Eufrates]; haces una figurilla de esa mujer, escribes su nombre sobre su hombro izquierdo. Mientras miras hacia Samas pronuncias el encantamiento: "La mujer hermosa" sobre ella. La entierras en la puerta exterior de la Puerta Occidental [...] ella caminará sobre la figurilla. Recitas el encantamiento "La mujer hermosa" tres veces [y] esa mujer vendrá hacia ti [y] podrás hacer el amor con ella"».

En uno de los artículos en el 2000 a. C. del código Hammurabi dice que si un hombre incrimina a otro hombre, y a lanzado sobre él un maleficio, es digno de muerte. En ese tiempo se han encontrado numerosos tipos de figurillas distintas destinadas a hechizos de amor, entonces entre estos pueblos la clásica migraña ya era considerada fruto de hechizo, y se difundía el uso de talismanes y amuletos, algunos de los cuales se han trasmitido hasta nuestros días.

Es interesante referir un procedimiento de contra hechizo, dirigido a un hechicero, está descrito en una antiquísima inscripción, alguien había sido alcanzado por un hechizo o así lo pensaba y para vengarse construyo una imagen del brujo responsable, con objeto de provocar un golpe de retorno, este procedimiento es bastante similar al los usados aun hoy en muchas partes del mundo.

En la antigua Grecia estos hechiceros eran muy numerosos, nos habla de ello Pitágoras y Platon, éste invocó la pena de muerte para los que hicieran sortilegios, los más frecuentes eran las clásicas figuritas, momento también para recordar la Odisea en el episodio de Circe cuando se lleva a cabo la transformación de los marinos de Ulises en puercos, hay que recordar la hierba moli, los diversos filtros y los ungüentos dado por los dioses a los héroes de la mitología griega.

También en la civilización romana realizaban maleficios pero estos utilizaban láminas de plomo llamadas defixionum tabellae, sobre las que se grababa el nombre de la víctima, el nombre a quien se evocaban y el objetivo a alcanzar. Y se castigaban a aquellos que se dedicaban a la magia. Virgilio y Horacio, nos hablan de una detallada descripción de Canidia, era una bruja que iba camino de ser grande, la cual utilizaba para hacer el mal dos figuritas una de lana y otra de cera.

El punto más alto en Roma en brujería lo vivió Tiberio con procedimientos mágicos contra germánico. También la iglesia católica condenaba los procedimientos mágicos aplicando directamente la excomunión de por vida, a quien practicaba maleficios. El periodo de oro de la magia fue en el año 1200 en especial la negra con misas y profanaciones, esto por un tiempo se convirtió en actos cotidianos.
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