Hemos llegado al arcano 19, el Sol, que desde el punto de vista físico es nuestro donante de luz, de calor y de vitalidad.
Es un punto de referencia importante y, mientras la Luna se arriesga en la noche, el Sol –núcleo o corazón de nuestro sistema solar, concreto, real, ardiente– es el símbolo encendido que activa toda la vida creada, que propaga por todas partes su luz y da a la naturaleza su fuerza fecundante.
Divinidad simbólica que está por encima de todo los astros, en la filosofía china representa el símbolo masculino, el principio Yang.
Irradiando a su alrededor la luz, nos indica cómo mantener una relación clara entre consciente e inconsciente, cómo podemos reconocernos en un ley, en un ambiente, en un ser, en un ideal.
En Egipto era representado por Amón–Ra, que después se convirtió en Atón, dios único, abriendo así el camino a las religiones monoteístas.
Su símbolo gráfico, usado también en la astronomía, es un círculo con un punto en el centro y hace referencia al principio universal, al único, a la zona límite de la actividad creadora.
Las analogías tradicionales son variadas: el fuego, el oro, el diamante, el girasol y el poder.
Su aparición extingue los terrores nocturnos, reales o imaginarios. Distribuye la luz, la vida, la belleza y aunque hoy en día no está considerado ya como un dios, permanece como el símbolo emotivo que determina un fuerte sentimiento de euforia, ya que es la expresión de la voluntad que aumenta y alcanza el infinito.
Por lo general, su imagen evoca en la memoria el término subir ó ascender. De hecho, evocando Sol y subir se manifiestan los mismos sentimientos, pues estas dos palabras están ligadas a todo lo que es luminoso y fuerte, como puede ser el amor, la purificación y la perfección.
Además, este arcano nos revela la realidad y el valor de las cosas, y dirigiendo su influencia calórica precisamente sobre las dos figuras abrazadas que se ilustran en esta carta, sinónimo de luz y de armonía, quiere hacernos comprender que nuestras dudas pueden desaparecer si ponemos de relieve no sólo el corazón, sede simbólica del amor, sino todo nuestro ser.
El Sol, cuya imagen actúa como un transformador de energía, puede explicarnos por sí mismo la teoría del devenir.
La observación de este arcano suscita la presencia de una lluvia alegórica que cae sobre una joven pareja.
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